Carta de una abuela

Mallorca, 11 de agosto de 2008

Estimado Carmelo:

Soy una abuela española con un problema muy serio. Bueno, no soy española y mi problema más que serio es real. Como no tengo a quien explicarle lo que me pasa, me ha recomendado una amiga que te escriba porque dice que solucionas problemas con mucha facilidad. Por cierto, saludos de Bibi.

Me dejo de rodeos, que eso es algo muy de nuestra familia, que no veas como se enrolla mi marido cuando da una charla. Resulta que este verano me han tomado por tonta y la estoy pringando. Yo tengo tres hijos, dos niñas y un niño y los tres se han puesto de acuerdo para quitarse de en medio y dejarme a los nietos. Yo que me había venido como todos los años al chalet que tiene la familia de mi marido en la playa pues no tengo tiempo ni de mirarme a la cara.

La mayor se acaba de separar y está descocada. Con lo contenta que yo estaba de tenerla recogida, que yo creía que no íbamos a poder casarla, pues ahora otra vez con el suplicio. Y es que con lo pava que es se mete en todas las camas. Desde que se quitó el peso muerto que llevaba encima, está por ahí, partiéndose el… Bueno, tú me entiendes Carmelo, que no está mi pluma hecha para escribir esas palabras. Y los niños con la abuela, que a mi si no dieran qué hacer no me importaría pero es que el mayor es horrible. No he terminado de decir el nombre para reñirle y ya le tengo que reñir otra vez. Y la hermana con la cara esa que tiene de la familia de su abuelo. Aunque, viendo a los padres, demasiado bien ha salido la niña.

Después está la mediana. Esa no está de vacaciones, pero como se ha ido a vivir fuera pues se cree que yo quiero tener a los nietos en verano y me los trae a todos aquí al chalet. Estos niños no son malos, el problema es que son muchos y yo no los distingo. Por ahorrar los pela a todos iguales, los viste con la misma ropa y yo no sé quien es Juan, quien Pepe y quien Miguel. Sólo distingo a la niña, que esa es otra, que se lleva todo el día riñendo con sus primas las chicas.

Porque el hijo mío, el pequeño, que es el que está aprendiendo con el padre para quedarse con el negocio, pues ese también se ha ido de vacaciones. A Pekín a ver las olimpiadas. Y no se pierde una, que cada vez que lo veo por la televisión me pongo mala. Él allí con la mujer de cachondeo y yo mientras con las niñas. Que menudas son las dos. Están muy mal críadas, sobre todo la mayor que se cree la reina de la casa y se pelea con todos los primos. Se cree que le tienen que hacer reverencias o algo así. Yo es que no las entiendo.

Para colmo, los otros seis se han puesto en contra de ellas porque dicen que no es justo, que yo las mimo más a ellas. Siempre de jaleo. “Abuela, el primo Felipe ha dicho que de mayor voy a estar en el paro porque mi mamá se va a cargar el negocio del abuelo”.

Como son ocho, lo que no hace una lo hace el otro. Y estoy todo el día riñendo. “Vicky, no cojas ese bote que es mi laca”. “Miguel ni se te ocurre ponerte a jugar con el bastón del tito Jaime, que se lo dejó olvidado el año pasado”. “Leo, deja eso que es de tu abuelo. Que no, que eso no es un sombrero, y que todavía no te está bien. Ya tendrás tiempo de ponerte eso en la cabeza”.

Yo trato de que se distraigan, los llevo a conciertos de música clásica, a exposiciones de pintura, a que aprendan a navegar. Lo típico que hacía yo con mis hijos, pero se ve que esta generación es distinta. Se aburren, bostezan, se pelean. Y eso me pone el cardado de mala leche. Es que no puedo con ellos.

Encima mi marido no me ayuda que sale por la puerta por la mañana y no vuelve hasta por la noche. Se va con los amigotes a un barco que se han alquilado y allí se lleva todo el día. No me echa ni una mano. Se cree que tiene criados o algo así. Y yo me siento muy sola, muy trabajada y muy sola. Por eso no sé qué hacer y necesito tu ayuda. ¿Qué me aconsejas, Carmelo?

Atentamente
Una abuela