Carmelopoli

miércoles, 29 de abril de 2015

La verdá de la gran historia que nunca se ha contao

Os voy a contá una historia. Es una filtrasión que me han pasao los de Wikilí y, con ella se esplican muchas cosa. Ná má que por esta historia he desidio volvé al bló. Esesionalmente. Ahí la llevai:

La cosa estaba chunga. El artobú estaba lleno de humo. "No fumá cabrone que yo ya lo he dejao", gritó. Echó la cabesa pa trá y pensó. "La transisión al mistisismo de la aventura quimérica con estos tripulante despojao de su esensia indómita me tiene hasta el carajo".

Javi estaba contando los billete al otro lao del pasillo. "A vé, toca reparto", dijo enmientra que se apartaba el flequillo de la cara a la misma vé que se lo alisaba. Un esperto en el manejo de su pelo este Javi. Uno por uno fueron pasando por el asiento libre que tenía Javi al lao y recogieron su parte. Pero cuando le tocó a Antonio empesaron los poblema.

- Eso no es lo mío -dijo-. Yo quiero parte y media.
- Parte y media, ¿por qué? -reprochó Javi.
- Porque sí, picha. Porque sí.
- Asquí la única parte y media es la de mis cojone - dijo desde el otro lao del pasillo sin mové la vista del techo-. Si lo quiere, bien, si no, pa dogchau pa Paquito.

Antonio se volvió pa trá refunfuñando y empesó a canturreá "qué bonita es Cádi por la tarde..."

- Chófe para, que me estoy meando -gritó incorporándose casi de un brinco con las tré cuarta parte de mosqueo que llevaba.
- Pero si estamo a la mitá del camino -le contestó el chófe.
- Para asquí mismo o te echo.

El chófe le hiso caso. Quería siguí trabajando en esos viaje porque grasia a ello había conosio un montón de pueblo como Peligro, Nerva, La Algaba o Lusena. Bueno, a Lusena había ido una vé con el Cádi y habían perdio.

Se bajó y caminó un poco. En verdá no tenía gana de meá ni ná pero estaba jarto de está en el artobú. Este viaje se le estaba hasiendo má largo que el estribillo de Catastrofi. La sangre le jervía y le estallaba. De toas forma, pa disimulá se fue detrá de un árbo y se sacó el nabo con tan mala suerte que se pinchó la parte del pusio con una sarsa que había allí. Del doló perdió el equilibrio y cayó pa trá. Justo en ese momento la sarsa se iluminó, como si empesara a ardé. Se escuchó una vó asín como en dolby surraun.

- Juan, Juan, ¿por qué me has abandonao?
- ¿Quien ere, carajo? - preguntó asustao.
- Juan, soy Paco.
- Paco, ¿qué hase asquí, picha? -preguntó estrañao.
- Eso me pregunto yo. Haberme tenio que alejá tanto de La Caleta ná má que pa encontrarte. Que paresco un peregrino.
- La distansia má corta entre dó punto es la misma carretera -le contestó Juan.
- Lo que tus quiera, pero como inpirarse en La Caleta no hay ná -le recordó la sarsa.
- Es que últimamente no voy mucho a La Caleta -reconosió Juan- soy má de Cortadura.
- Y de secano, que no vea la pechá de pueblo que te está dando, Juan. ¿Por qué? Si Cádi es el templo -le preguntó la vó de la sarsa.
- Paco, es que la naturalesa intrínseca de la realidá eufemística del ámbito artístico vinculado al mundo carnestoléndico ha derivao en mi una ínfula esotérica...
- Nooo - le interrumpió con un grito que paresió un trueno.- Déjame de rollo, de mago y de ladrone. Tiene que volvé a Cádi. Si yo sé que tú lo echa de meno.
- Ademá de verdá, que nada es iguá en la ausensia de Cádi -le dijo Juan.
- Nadie valora el tesoro que tiene hasta que no lo empiesa a perdé -le contestó Paco.
- Espera que me lo apunto.
- Con lo que yo confiaba en ti desde que escribiste aquel pasodoble de los Gallo de Pelea.
- El enterradó es el amo del Patronato -se enfadó Juan
- No puede abandoná a Cádi por un patronato de tré o cuatro -le dijo la sarsa.
- Cada cansión que he cantao sin vé el Falla se me ha hecho un calvario, se me ha hecho un castigo y una maldisión -reconosió Juan.
- Por eso tiene que volvé. Pero no de cualquié manera. No vaya a volvé pa pegá chillio. Vuelve por Cádi -le aconsejó la sarsa.
- Pero, ¿y si no gusta? -preguntó preocupao Juan.
- Cádi siempre gusta, Juan, parese mentira -le contestó la sarsa-. Con lo que a ti te gustá largá, larga a toa esa gente que da pellá por arribita. ¿Tú sabía que en el sielo hay perro?
- No, no lo sabía, Paco -contestó Juan.
- Yo tampoco hasta que puse el Sedé de Los Prínsipe. Tos como loco, que manera de ladrá.
- El abandono es difísi cuando estamo a la mitá del camino -recordó Juan.
- No lo haga ahora. Espérate a esta noche y les manda un guasa. Larga a la mitá. Quédate con Javi, con Ramón y poco má. Y búscate a cuatro viñero, uno de Huelva y un miarma.
- ¿Uno de Huelva y un miarma? -preguntó estrañao.
- Pa que Canal Sú hable bien de ti. Y tené alguien con trabajo. Y canta por Cádi, por Dió y por mi. Recuerda que el mejón camino pa llegá a Cádi es Santandé.
- Como la alcalda.
- Como los chicuco -replicó la sarsa.
- Sacaré una comparsa que se llame los barbero, en honó a Los Juliane -pensó Juan en vó alta.
- Deja a Julián, deja a Julián que contento me tiene también -dijo la vó-. Ná de barbero. Al revé, ponle barba, que eso se lleva ahora. Rollo jister.
- ¿Algo má, Paco?
- Sí. Guárdate el nabo, picha. Que lo de la torre de Preferensia no iba descaminao.
- Grasia.
- Po al prósimo que te pida parte y media ya sabe lo que tiene que darle.
Y dicha esta última frase la lú desaparesió justo en el momento que aparesió Ramón.

- Juan, picha, ¿que te ha pasao? Que estamo esperando. Y tengo hambre. Y se va a poné a llové, que se han escuchao hasta trueno.
- He visto una lú -dijo Juan todavía sobrecogio.
- Juan, picha mía, que tú ya había dejao esas cosa -le recordó Ramón.
- No me segaba la mente la hierba porque la hierba má mala es el dinero que ni es un caballero ni es tan poderoso, que lo que por un lado te da por el otro te lo quita.
- Vale, vale -dijo Ramón enmientra que le ayudaba a levantarse.

Volvió al artobú. Ya no habló má en lo que quedaba de viaje, de regreso a la Tasita. Estaba pensando en lo que le había pasao, en el guasa y en cómo saldría el esenario vestio de negro el día de su triunfo.


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